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Valeria Intriago Sánchez murió el 16 de abril de 2016, cuando tenía solo quince años, en el terremoto de Ecuador. Falleció junto a la hermana Clare Crockett y otras cuatro jóvenes del Hogar de la Madre. La historia de esta niña reúne elementos sobrecogedores de superación del sufrimiento por amor e identificación con el dolor de Cristo, y deseos de entregarse a Él en una carrera que no entendió de retrocesos ni de rendición. Al igual que santo Domingo Savio, tenía prisa por ser santa porque intuía que Dios la llamaría pronto: «Los mejores años de mi vida son para Ti. ¿Para qué hacer esperar a un Dios tan bueno que me ama siempre?».

La tragedia estalló en la vida de Valeria cuando ella tenía solo dieciocho meses de edad. En efecto, el 9 de diciembre de 2001, fue testigo del asesinato de su madre. Su padre la mató, delante de ella, dándose a la fuga. Su infancia estuvo marcada por este acontecimiento y sus dolorosas consecuencias, hasta que a los trece años tuvo un encuentro personal con Jesús que cambió su modo de ser y de enfrentar la vida. Desde ese momento todo su anhelo fue identificarse con Cristo, no negarle nada y consolar su Corazón teniendo como modelo a la siempre Virgen María.

Su testimonio de perdón es impresionante, y sirve de impulso a todos los que viven sumidos en el dolor del rencor. «Sí, he perdonado a la persona que más daño me ha hecho, que me causó un daño tremendo, mi papá, que me hizo algo terrible que no se le hace a ningún hijo: dejarle sin madre y salir huyendo. […] Sí, con sinceridad, y desde lo más profundo de mi ser, lo perdono porque lo quiero y quiero que se salve. Además, ¿quién soy yo para no perdonar al que me hace daño si Jesús, que es grande, perdonó a los que le hicieron daño y causaron su muerte?».