En esta meditación, Abelardo de Armas reflexiona sobre cómo este niño es signo de contradicción. Unos lo reciben y otros lo rechazan; aunque Él a todos ama y por todos nace y muere. El niño de Belén nos invita a hacernos pequeños y volver a la casa del Padre, mientras sus ojitos llorosos y sus bracitos en cruz parecen decirnos: «El Amor no es amado».