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Contemplad a María
“Yo no sé hablar de María porque deseo amarla tanto, que nunca me parece suficiente lo que pueda decir de Ella”.
“La Virgen se nos ha dado para aprender de Ella a cantar las maravillas del Señor”.
“La Virgen es el camino para ir a Jesús.
¡No tengáis miedo de amar a la Virgen! ¡Acercaos, por lo tanto, a la Virgen!
Os marcharéis con una paz inmensa en el alma. Os dará a Jesús”.
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En esta meditación, Abelardo de Armas profundiza sobre la visita de María a su prima Isabel. Explica que en esto se muestra una efusión mutua y continua de amor, que se hace donación. Desarrolla las condiciones del amor y que donde hay verdadero amor de Dios, no se miran los defectos del otro, sino los propios.
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¡Volved al rezo del Rosario en familia, individualmente, por las calles! En esta meditación, Abelardo de Armas nos exhorta a rezar el Rosario. Hay tantas personas que no rezan, que nosotros, los cristianos tenemos que rezar por ellos, convirtiéndonos así en apóstoles. ¡El Señor está actuando con mucha fuerza, no podemos frenarle!
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En esta meditación, Abelardo de Armas señala que la Asunción de María es el triunfo de la vida sobre la muerte porque Ella triunfa con el triunfo de su Hijo.
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En esta reflexión, Abelardo de Armas dice que es en el Corazón de la Virgen donde está el molde donde tengo que formarme para ser como Jesús.
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Abelardo de Armas, en esta reflexión de «Contemplad a María», nos sitúa en el Cenáculo el día de Pentecostés y nos pregunta: ¿cómo vivir nosotros Pentecostés? Como la Iglesia primitiva, con María, nuestra Madre, en oración incesante con Ella. Tenemos que esperar el Paráclito prometido apretándonos al Corazón de la Madre.
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Abelardo de Armas, en esta meditación de «Contemplad a María», dice que solamente Dios ha tenido el privilegio de elegir a su Madre, y puesto Jesucristo a crearse una Madre, ha hecho maravillas en Ella. Por eso nosotros tenemos que poner a la Virgen en su lugar merecido, ya que Ella es el único camino para llegar a Cristo, como Cristo lo es para llegar al Padre.
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En esta meditación, Abelardo nos invita a no tener miedo de amar a María como a una madre, porque el mismo Jesús nos lo mandó desde la cruz.
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En esta meditación, Abelardo de Armas nos exhorta a recibir a María como Madre nuestra, como un niño recibe a su madre, como un niño quiere a su madre. En la medida que crecemos y nos vamos haciendo adultos, nos independizamos de nuestra madre y esto es un error. Tenemos que evitarlo a toda costa.
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«Ahí tienes a tu Madre». Abelardo de Armas destaca en esta meditación, que el darnos Jesús a María por Madre es el remate final del amor de Dios por ti y por mí. Pero no se trata solo de saber que la Virgen es Madre nuestra, sino de recibirla como tal, entregarse confiadamente a su acción maternal en nosotros.
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