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Meditaciones de Pascua
¡Cristo ha resucitado! Busquémosle. Así comienza Abelardo de Armas, Cruzado de Santa María, la primera contemplación de esta colección de meditaciones para el Tiempo Pascual. Estas meditaciones nacen de una profunda vida de oración del autor, y son para llevarlas a la vida, al día a día.
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En esta meditación, Abelardo de Armas reflexiona sobre las palabras de santo Tomás. Jesús tiene sus llagas presentes para que te enamores de Él. ¡Lo que están representando esas llagas! “Tomás respondió y le dijo: «Señor mío y Dios mío»”. Es la primera vez que se llama a Jesús Dios.
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En esta meditación, Abelardo de Armas nos enseña cómo Jesús se muestra, en su aparición a los apóstoles, con tres señales. La primera, el saludo: “la paz sea con vosotros”. La segunda: “les mostró las llagas”. La tercera: “sopló sobre ellos.” Y explica, que es así como tenemos que mostrarnos nosotros al mundo.
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En esta meditación, Abelardo de Armas nos dice que hay dos maneras de encerrarse: cerrar los sentidos a lo malo del mundo y encerrarse en sí mismo. La primera es necesaria, la segunda muy perjudicial. Pero incluso si tenemos el alma encerrada en nosotros, todavía es tanto su amor, que viene y “se pone en medio”. Él quiere estar ahí, “en medio” de nuestra vida.
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En esta meditación, Abelardo de Armas nos habla sobre la necesidad que tenemos de enamorarnos de Jesús. Mi gozo tiene que ser el saber que mis pecados están limpios en Cristo, y esto significa que yo tengo que estar uniéndome a Él constantemente, buscándole a Él, amándole a Él.
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¡María! Al escuchar su nombre, todas sus dudas, miedos, angustias se disiparon. Tú puedes escuchar también cómo Jesús te llama por tu nombre. María Magdalena se da cuenta que el objeto de su amor lo lleva dentro y no lo va a perder; ha quedado restablecida en la fe. Estas son algunas de las ideas sobre las que reflexiona Abelardo de Armas en esta meditación.
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En esta meditación, Abelardo de Armas continúa su reflexión sobre la aparición de Jesús a María Magdalena. Pone en sus labios estas palabras que nos hacen pensar a todos: ¿me voy a ocultar a ti que me buscas para amarme, para adorarme, para besarme, para entregarte?
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En esta meditación, Abelardo de Armas nos invita a buscar a Jesús como lo hizo María Magdalena. Sin Jesús, la vida de la Magdalena no tenía ningún sentido.
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En esta meditación, Abelardo de Armas profundiza en el relato de la unción en Betania de María Magdalena al Señor. María fue un consuelo para el Señor. María, que anteriormente había amado de forma desordenada, desde su encuentro con Jesús, su vida se transforma.
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En esta meditación, Abelardo de Armas se centra en subrayar el amor que le tenía María Magdalena al Señor; un amor fuera de sí, un amor que le impulsaba a hacer cualquier cosa por su Maestro.
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